12/31/2008

SAN JUAN DE LA CRUZ - Cántico espiritual (fragmento)

SAN JUAN DE LA CRUZ (Ávila, 1542-1591)
Cántico espiritual
(fragmento)
...
Pregunta a las criaturas

¡O bosques y espesuras,
plantadas por las manos del amado!
¡O prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.

Respuesta de las criaturas

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.

...

Entrándose ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del amado.
Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
...
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12/29/2008

El ABEDUL DE PLATA
Cuento de Alemania


Una pobre pastora iba un día recorriendo un bosque buscan­do una oveja perdida y recogiendo los trozos de lana que encontraba enganchados en los matorrales. Pero, ¡estaba tan cansada! Decidió detenerse un rato para tomar aliento, se sentó en el suelo y apoyó la espalda en el blanco tronco de un abedul.
      De pronto, le pareció estar soñando: el árbol se curvó y se inclinó hacia ella y, entre las ramas, creyó ver un rostro que la miraba. Se tra­taba de un rostro encantador, de madera, con corteza en lugar de piel. Un rostro de mujer que se acercaba y le sonreía.
      ¿Que si la embargó el miedo? ¡Por supuesto! Se puso en pie de golpe, dispuesta a echar a correr, pero el rostro la tranquilizó con su voz de hojas crujiendo:
      —Niña, ¡quédate! No huyas. Espera un segundo. Deja que te vea bien, sobre todo tus pequeños pies blancos que pisan con tanta dul­zura. Piensa en cómo me siento yo, con mis raíces hundidas en lo más profundo de la tierra. No puedo bailar ni caminar. Baila para mí, niña, aunque sólo sea un ratito...
      ¿Qué hubierais hecho vosotros? La niña estaba asustada, pero sen­tía lástima por el árbol. ¿Qué daño podía hacerle bailar un poco?
      Se levantó dando un salto y empezó a bailar. Sus pies se movían con gracia y soltura alrededor del árbol. Pero al dar una vuelta, una de las ramas bajas la sujetó como si de un brazo se tratara. Y mientras la rama la asía con fuerza, el árbol se puso a temblar y a sacudir sus raí­ces en lo profundo de la tierra hasta que, de pronto, se elevó por enci­ma del suelo.
      Entonces, bailaron juntos, cada vez más rápido, con más y más fuerza. La niña se quedó sin aliento y quiso detenerse pero el árbol no la dejó.
Y así pasaron todo el día bailando. Y cuando cayó la noche, siguie­ron bailando.
En un momento dado, la joven pastora se echó a llorar y suplicó:
—¡Por favor, abedul! Me duelen los pies. Deja que descanse. ¡No puedo seguir bailando!
Y cuando estaba a punto de desesperarse, convencida de que al árbol no le importaba su dolor, éste la tomó entre sus ramas y la acu­nó como si fuese un bebé. La acarició con suavidad y la dejó en el suelo con extrema ternura. El abedul suspiró y volvió a hundir sus raíces en la tierra.
      Luego se inclinó hacia el oído de la joven pastora y le dio las gracias de corazón:
      —Niña, gracias a ti ya tengo bailes con los que soñar, tengo recuerdos que nun­ca olvidaré. Gracias. No temas, encontrarás a tu oveja y formarás tu ovillo...Te espe­ran tiempos de buena fortuna. Lleva contigo unas cuantas de mis hojas y no olvi­des nunca que has bailado con un árbol.
¿Fue todo un sueño? La pobre niña no sabría decirlo. Se despertó apoyada en un tronco quieto y fuerte, y se sentía tan descansada como si hubiese dormido mucho tiempo. Vio a su lado mucha lana hilada, tan bien trabajada que parecía seda. Y tam­bién estaba la oveja perdida, que la esperaba pacientemente.
      La niña se irguió, guardó varias hojas en su delantal, le dio las gracias al abedul y se marchó con su oveja.
Estaba contenta, pero el delantal le pesaba mucho. Y lo extraño era que con cada paso que daba, pesaba más y más. ¿Cómo era posible que las hojas fuesen tan pesadas?
      Al final se detuvo porque no era capaz de soportar el peso y las fue dejando en el camino. Al caer, las hojas hacían un ruido metálico y brillaban. Se arrodilló para observarlas mejor.
¡Las hojas se habían convertido en plata!
      Y mientras volvía a casa bailando, le pareció escuchar una risa de hojas, a lo lejos.

---Fin---

12/28/2008

 SYLVIA PLATH (1932-1966)
The moon and the yew tree

This is the light of the mind, cold and planetary
The trees of the mind are black. The light is blue.
The grasses unload their griefs on my feet as if I were God
Prickling my ankles and murmuring of their humility
Fumy, spiritous mists inhabit this place.
Separated from my house by a row of headstones.
I simply cannot see where there is to get to.

The moon is no door. It is a face in its own right,
White as a knuckle and terribly upset.
It drags the sea after it like a dark crime; it is quiet
With the O-gape of complete despair. I live here.
Twice on Sunday, the bells startle the sky ----
Eight great tongues affirming the Resurrection
At the end, they soberly bong out their names.

The yew tree points up, it has a Gothic shape.
The eyes lift after it and find the moon.
The moon is my mother. She is not sweet like Mary.
Her blue garments unloose small bats and owls.
How I would like to believe in tenderness ----
The face of the effigy, gentled by candles,
Bending, on me in particular, its mild eyes.

I have fallen a long way. Clouds are flowering
Blue and mystical over the face of the stars
Inside the church, the saints will all be blue,
Floating on their delicate feet over the cold pews,
Their hands and faces stiff with holiness.
The moon sees nothing of this. She is bald and wild.
And the message of the yew tree is blackness -- blackness and silence

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La luna y el tejo

Esta es la luz de la mente, fría y planetaria.
Los árboles de la mente son negros. La luz es azul.
Las hierbas se lamentan a mis pies, como si yo fuera Dios,
hiriendo mis tobillos murmuran su humildad.
Espirituosas brumas humeantes habitan este lugar
separado de mi casa por una hilera de lápidas.
Simplemente no puedo ver si hay un sitio adónde ir.
La luna no es una puerta. Es una cara por derecho propio,
blanca como un nudillo y terriblemente turbada.
Arrastra al mar detrás de sí, como un crimen oscuro;
y está en calma con el bostezo en O del total desencanto. Yo vivo aquí.
Dos veces cada domingo las campanas sobresaltan el cielo-
ocho grandes lenguas afirmando la Resurrección.
Finalmente, ellas proclaman con sobriedad sus nombres.
El tejo apunta hacia arriba. Su forma es gótica.
Sus ojos se elevan por sobre él, y encuentran a la luna.
La luna es mi madre. Ella no es dulce como María.
Sus vestiduras azules sueltan pequeños murciélagos y lechuzas.
Cómo desearía creer en la ternura-
el rostro de la efigie, dulcificado por las velas,
inclinándose, sobre mí en particular, con ojos indulgentes.
¡He caído tanto! Las nubes están floreciendo,
azules y místicas sobre el rostro de las estrellas.
Dentro de la iglesia, los santos serán todos azules,
flotando con sus pies delicados sobre los bancos fríos,
sus cabezas y sus caras rígidas de santidad.
La luna no ve nada de esto. Ella es calva y salvaje.
Y el mensaje del tejo es negrura -negrura y silencio.
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12/27/2008

ANATOLE FRANCE - Les arbres


ANATOLE FRANCE 
(París, 1844-1924)
Les arbres

Ô vous qui, dans la paix et la grâce fleuris,
Animez et les champs et vos forêts natales,
Enfants silencieux des races végétales,
Beaux arbres, de rosée et de soleil nourris,

La Volupté par qui toute race animée
Est conçue et se dresse à la clarté du jour,
La mère aux flancs divins de qui sortit l'Amour,
Exhale aussi sur vous son haleine embaumée.

Fils des fleurs, vous naissez comme nous du Désir,
Et le Désir, aux jours sacrés des fleurs écloses,
Sait rassembler votre âme éparse dans les choses,
Votre âme qui se cherche et ne se peut saisir.

Et, tout enveloppés dans la sourde matière
Au limon paternel retenus par les pieds,
Vers la vie aspirant, vous la multipliez,
Sans achever de naître en votre vie entière.
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