8/10/2022

Gameleira y la Iglesia del Senhor Bom Jesus do Matozinhos, distrito de Barra do Guaicuí - Várzea da Palma (Brasil)

JANAINA CALAÇA
Gameleira de la Iglesia  

(Fotos de 2012)


Estas son las ruinas de la iglesia de Bom Jesus do Matozinhos en el distrito de Barra do Guaicui de Várzea da Palma en el norte de Minas, que una vez estuvo sumergida en las aguas del río São Francisco (popularmente Velho Chico) y ahora es un lugar rodeado de leyendas.
      Mientras el barco del cine* del río São Francisco iba hacia Barra do Guaicuí, pensé en las historias inquietantes que había escuchado durante los días que anticipaban a nuestra llegada a la ciudad. Sentía una mezcla de fascinación y miedo… El mismo lugar que alberga una iglesia envuelta en misterios, también guardaba historias de chicos demoníacos que corrían tras los visitantes y forasteros con varitas (con intención de azotar las piernas) y tirarles semillas de ricino para espantarlos. La última gran broma fue tirar una piedra a una enorme colmena y que los monitores de "Cinema no Rio" tuvieran que tirarse al suelo y taludes para protegerse de las abejas “Zoropas”. Pero mas que el miedo a correr de un lado a otro con chicos pegados a mis talones, pasé los primeros días con la imagen de una extraña iglesia vista desde el río cuando nos acercáramos a Barra do Guaicuí.
     No me había dado cuenta de que el barco disminuía su ritmo, cuando me encontré con la extrañísima imagen de la iglesia del Senhor Bom Jesus do Matosinho, reinando absolutamente en lo alto del talud, con un gigantesco árbol en lo alto del techo. A su alrededor los chicos de Barra do Guaicuí, como guardianes de las ruinas, nos miraban con curiosidad y comencé a imaginar con qué tipo de travesura pensaban recibirnos. ¿Semillas de ricino? ¿Varitas? ¿Abejas? A pesar del miedo a ser perseguido por un puñado de mocosos, me las arreglé para prestar más atención a la iglesia que a la posibilidad de rodar por un talud considerable.
     Cuentan las historias que, hace mucho tiempo, el Velho Chico (río São Francisco) en una de sus crecidas, cubrió con sus aguas esta antigua iglesia, que guardaba entre sus muros, el triste recuerdo de un padre que había ahorcado a su hijo en esas tierras. Quizás el São Francisco, padre de tantos ribereños, se rebeló con violencia y decidió limpiar con sus aguas la memoria de esta tragedia familiar. Nadie lo sabe… El Velho Chico, sin embargo, tras su silencioso barrido, un día decidió retraer los brazos y dejar que la historia siguiera su curso. Con la sequía y con el nivel del río más bajo, la iglesia reapareció después de su larga temporada entre las aguas y los peces, trayendo en su techo una Gameleira gigantesca (Ficus gomelleira).
     Hoy la iglesia guarda, en su techo, el inmenso árbol, que allí nació y se incrustó en sus paredes como un mural, viviendo ambos en una extraña simbiosis. La Gameleira fue quizás la respuesta de vida de Velho Chico por la muerte de un hijo por parte de su padre. La vida pudo haber continuado en ese tronco, en esas hojas, en esa extraña presencia. Mientras todos desembarcaban y yo me preparaba para escalar un talud más, me pregunté si le tenía más miedo al alma perdida o las historias de niños demoníacos, con sus semillas de ricino, varitas y abejas "Zoropa" y cómo habíamos pasado toda nuestra existencia con miedo tanto a la vida como a la muerte.

*Una de las misiones del proyecto "Cinema no Rio São Francisco", además de acercar el cine a las poblaciones ribereñas del Velho Chico, es mapear los personajes de las ciudades (que reúnen historia e “historias”) y las manifestaciones culturales de la región, como una forma de rescatar y preservar la memoria de estos lugares. A lo largo de cada edición se escuchan historias, se catalogan y muchas de ellas aparecen en documentales producidos por el proyecto, para ser proyectados antes de la programación oficial de películas. (...) los pequeños documentales producidos por Cinema no Rio São Francisco se convierte en una forma de entrar en contacto con su propia identidad. Hay ciudades, sin embargo, donde no es el pasado lo que más llama la atención, sino el presente. En el caso de Barra do Guaicuí, la fascinación de los chicos de la ciudad por el funk acabó convirtiéndose en el tema del documental de la ciudad. El río São Francisco tiene 2830 km y una cuenca superior a la superficie de España.

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En Marzo de 2020, la municipalidad decidió desmochar el árbol porque la iglesia amenazaba ruina

   
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8/07/2022

Herbig Family Tree, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
El árbol de los Herbig
 
En 1828, en Grünberg, un pueblo que hoy pertenece a Polonia, nació Friedrich Herbig, un sastre que con 27 años, en 1855, emigró a Australia. Era uno de los 110 pasajeros que navegaban en un barco que realizaba su segundo viaje a la colonia de Australia del Sur, a donde llegaron en el mes de octubre. Semanas después empezó a trabajar en una lechería, en la zona de Adelaide y, para ahorrar el poco dinero que tenía, se instaló a vivir en la gran base ahuecada de un nudoso eucalipto rojo (Eucalyptus camaldulensis) que hoy mide 6 metros en su parte más ancha y tiene 21 metros de altura y al que se le estiman de 300 a 500 años. Lo creyó conveniente porque la abertura a la oquedad miraba en la dirección opuesta a la dirección de la lluvia,  estaba a orillas de un arroyo y a 1,5 km de la lechería donde trabajaba. Consiguió arrendar 32 hectáreas de terreno en la zona donde estaba el árbol y sembró trigo, mientras continuaba con su trabajo en la lechería. Después de once años conseguió comprar ese terreno.  
     Al año siguiente de la llegada de Friedrich, y también desde Alemania, llegó al puerto de Adelaide Caroline Rattey de 16 años, acompañando a sus tíos. Todos eran analfabetos y durante un tiempo se establecieron en un área donde había otros colonos alemanes. Al año siguiente, los tíos se marcharon a vivir a otra zona, pero Caroline se quedó porque había encontrado trabajo como empleada doméstica cuidando a unos niños. Estando en la casa, fue víctima de un intento de robo y de asesinato (por asfixia y ahorcamiento) por parte de un desconocido que nunca pudo ser apresado. Caroline sobrevivió milagrosamente a tan truculento episodio y después se marchó a vivir con sus tíos a la zona llamada Black Springs, donde conoció a Friedrich Herbig y donde se casaron el 27 de julio de 1858. El pastor que les casó, fue uno de los primeros graduados del primer seminario luterano en el hemisferio sur para la formación de pastores (el "seminario" donde estudiaban era una cabaña, que aún hoy se conserva en el museo de la iglesia).  
     Caroline y Friedrich comenzaron a vivir juntos en la casa del árbol. En septiembre de 1860, después del nacimiento de su segundo hijo, decidieron que necesitaban más espacio, por lo que se mudaron a una cabaña de pino y arcilla de dos habitaciones, con techo de paja, que Friedrich construyó a unos 370 metros río arriba del árbol y, cuando la familia siguió creciendo, construyó una cabaña de piedra. En diciembre de 1864 se les unió la madre de Friedrich y en 1867, este hizo su último pago por su tierra, en la que había trabajado durante tanto tiempo, y de la que ahora podía decir que era suya. Él y Caroline ahora tenían una nueva casa, seis hijos y desde que comenzó como comerciante de paja, la familia Herbig había crecido aún más, en tamaño y activos. Friedrich aprendió inglés por sí mismo con la ayuda de un diccionario alemán-inglés. Compraron más tierra, y finalmente llegaron a poseer más de 400 hectáreas, plantaron más cultivos, incluidas vides, y también siguieron teniendo hijos. Para cuando los Herbig celebraron su vigésimo quinto aniversario de bodas, tenían catorce hijos y esperaban el número quince. La última hija, que hacía el número dieciséis, nació el 3 de julio de 1885. 
     En 1859, se formó en la zona una congregación luterana llamada Friedensberg ("Colina de la paz") en la que los servicios religiosos se hacían en casas particulares hasta que se construyó la iglesia en 1861. Friedrich Herbig se convirtió en anciano de iglesia, lector laico y presidente de la congregación. En 1886, cuando tenía 58 años, se cayó de su carro al cruzar un arroyo y sufrió una conmoción cerebral de la que murió. En ese momento, su hija mayor, August, tenía 27 años y la menor, Clara, tenía 15 meses. Caroline murió en 1927 con 87 años, le sobrevivían 9 de sus hijos (4 hijos y 5 hijas), 44 nietos y 35 bisnietos. Desde que la familia dejó de usarlo como casa, el árbol genealógico Herbig (como es conocido en la zona) ha sido ocupado en varias ocasiones por otras personas y durante la década de 1920 se utilizó para servir almuerzos en los días de mucha actividad en los corrales cercanos. Incluso hoy en día, el árbol nos recuerda la tenacidad y la resistencia, no solo de Friedrich y Caroline, sino también de todos los demás pioneros, y la contribución que hicieron al desarrollo de Australia del Sur. 
     En 1968, para garantizar la protección del árbol y en reconocimiento de su condición de pionero, los descendientes de la familia Herbig formaron un fideicomiso conmemorativo y compraron la tierra que contenía el árbol, que ahora figura en el Registro de Árboles Significativos del National Trust, por su importancia histórica y ocupación colonial. Las reuniones familiares de la familia Herbig se llevan a cabo en la zona del árbol, generalmente cada cinco años. En 1979 uno de los descendientes, de igual nombre que su antepasado publicó un libro sobre la historia familiar con el título que en castellano sería: “Erase una vez un eucalipto muy viejo” (1979). Friedrich Herbig. Sur de Australia.”

   

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8/04/2022

EL ESPÍRITU DEL ÁRBOL
Cuento africano

     Había una vez una muchacha cuya madre había muerto y tenía una madrastra que era muy cruel con ella. Un día en que la muchacha estaba llorando junto a la tumba de su madre, vio que de la tumba salía un tallo. Éste creció hasta hacerse un arbolillo y pronto un gran árbol. El viento, que movía sus hojas, le susurró a la muchacha que su madre estaba muy cerca y que debía comer las frutas del árbol. La muchacha así lo hizo y comprobó que las frutas eran muy sabrosas y que le hacían sentirse mucho mejor. A partir de entonces, todos los días iba a la tumba de su madre y comía de los frutos del árbol que allí había crecido.
     Pero un día, su madrastra, le vio y pidió a su marido que talara el árbol. El marido lo taló y la muchacha lloró durante mucho tiempo junto al árbol talado, hasta que un día, entre las hojas muertas, vio que algo crecía. Creció y creció hasta convertirse en una hermosa calabaza. Había un agujero en ella del que manaban gotas de jugo. La muchacha probó las gotas y las encontró muy sabrosas. Pero de nuevo su madrastra se enteró y una noche oscura, cortó la calabaza y la arrojó lejos. Al día siguiente, la muchacha vio que la calabaza no estaba, y lloró y lloró hasta que de pronto, oyó el rumor de un riachuelo que le decía "Bébeme, bébeme". Ella bebió y comprobó que era muy refrescante. Pero un día, la madrastra lo vio y pidió al marido que cubriera el arroyo con tierra. Cuando la muchacha regresó a la tumba, vio que ya no estaba el el riachuelo y ella lloró y lloró.
     Llevaba mucho tiempo llorando, cuando un joven cazador salió del bosque, vio a la hermosa muchacha sentada en el árbol muerto y pensó que era justo lo que él necesitaba, una mujer y un árbol para fabricarse un nuevo arco y flechas. Habló con la muchacha quien le dijo que el árbol había crecido en la tumba de su madre. La pareja se gustó mucho y, después de charlar, el cazador fue a hablar con su padre para pedirle permiso para casarse con ella.
     El padre consintió a condición de que el cazador matara una docena de búfalos para la fiesta de la boda. El cazador nunca había matado más de un búfalo de una sola vez. Pero esta vez, tomando su nuevo arco y flechas, se dirigió al bosque. Pronto vio una manada de búfalos que descansan a la sombra. Cogiendo una de sus nuevas flechas disparó y un búfalo cayó muerto. Luego cayó un segundo búfalo, un tercero, y así hasta doce. El cazador regresó a decirle al padre que mandara hombres para llevar la carne para la fiesta de la aldea.
     La aldea nunca había conocido una fiesta tan grande. La muchacha adivinó que todo lo había preparado su madre.
---Fin---

8/01/2022

ELÍAS CAUREY (Bolivia)
Ivopei - Algarrobo

Del poemario Ñeepotɨ kaa peguarä - Canto al bosque (2020)

Ser primigenio
De imponente envergadura
Regalo del dios Zorro
Para dar cobertura
Su frondosa rama
Brinda majestuosa sombra
Referencia para la construcción de morada
Anfitrión de celebraciones de días auténticos
Bajo su falda acoge eventos sagrados
Y cánticos
Pista de baile, asambleas
Y espacio para el ocio
Hábitat de otros seres que gustan de su rocío
Su cuerpo macizo danza al son del viento
Dejando caer la "Algarroba" para alimento
Sus hojas en brevajes curan enfermedades
La dureza de su madera atrae al rayo
Y al hombre codicioso
¡Algarrobo, tus resinas son lágrimas de mis ojos!

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