1/10/2021

Antonio Vicente - Plantador de Bosques

ANTONIO VICENTE
Plantador de bosques

Vicente, 84 años
Antonio Vicente era el hombre al que tildaban de loco pero que plantó su propia selva. Sus vecinos lo tildaban de loco. ¿A quién si no se le ocurriría comprar un trozo de tierra despejada a unos 200 km de Sao Paulo, Brasil, y empezar a plantar árboles?
     "Cuando empecé a plantar, la gente me decía: "No vas a poder comer las semillas, porque la planta tarda 20 años en dar frutos", le cuenta Antonio Vicente a Gibby Zobel, reportero de la BBC. Yo les decía: "Voy a plantar estas semillas, porque alguien plantó las que estoy comiendo ahora. Así que las plantaré para que otros las coman'".
      Vicente, a punto de cumplir 84 años, compró su terreno en 1973, una época en la que el gobierno militar ofrecía facilidades de crédito para invertir en tecnología agrícola, con la intención impulsar la agricultura. Pero su idea, era exactamente la opuesta.
      Criado en una familia numerosa de campesinos, Vicente veía con preocupación cómo la expansión de los campos destruía los bosques, la flora y fauna local, y cómo la falta de árboles afectaba los recursos hídricos. "Cuando yo era niño, los campesinos cortaban los árboles para crear pastizales y por el carbón. El agua se secó y ya no regresó", le dice Vicente al reportero de BBC. "Yo pensé: el agua es valiosa, nadie fabrica agua y la población no deja de crecer. ¿Qué va a pasar? Nos quedaremos sin agua'". Los bosques son fundamentales para la conservación del agua porque absorben y retienen agua en sus raíces. Además, evitan que se erosionen los suelos.

Aunque no alcanzó los niveles de 2004, la deforestación está creciendo nuevamente en Brasil.

El regreso de los animales y el agua

   Cuando tenía 14 años se mudó a la ciudad, donde trabajó como herrero. Con el capital que hizo vendiendo su negocio pudo comprar unas 30 hectáreas en una región de montañas bajas, cerca de San Francisco Xavier, una localidad de unos 5.000 habitantes.
     La vida en la ciudad no fue fácil, recuerda. En un momento "terminé viviendo bajo un árbol porque no podía pagar la renta. Me bañaba en el río y vivía bajo el árbol rodeado de zorros y ratas. Juntando muchas hojas me hice un cama y dormía allí", le cuenta Vicente a Zobel. "Pero nunca tuve hambre. Comía sándwiches de banana de desayuno, almuerzo y cena".

A contracorriente

Vicente y su primer árbol, un castaño
     Tras regresar, empezó a plantar, uno por uno, cada uno de los árboles que hoy forman este bosque lluvioso tropical de cerca de 50.000 árboles. La labor de Vicente iba en contra de lo que ocurría a su alrededor: durante los últimos 30 años en que reforestó su terreno, cerca de 183.00 hectáreas de bosque atlántico en el estado Sao Paulo fueron deforestadas para dar lugar a la agricultura.
      Según según la Fundación Bosque Atlántico SOS y el Instituto Nacional de Brasil para la Investigación Espacial (INPE), el bosque Atlántico cubría originalmente el 69% del estado de Sao Paulo. Hoy día, sólo queda el 14%.
      El problema es más amplio: si bien los niveles de deforestación no son lo que fueron cuando alcanzaron su máximo en 2004, cuando se destruyeron 27.000 hectáreas de árboles, estos niveles están comenzando nuevamente a incrementarse en Brasil. Entre agosto de 2015 y julio de 2016, por ejemplo, se destruyeron 8.000 hectáreas de selva. Esto representa un 29% más que el año anterior y el nivel más elevado desde 2008, según el INPE.

La Amazonía cumple un rol vital en regular el clima del planeta.

El regreso de los animales y el agua

      Una pintura colgada en la pared de la casa de Vicente sirve de recordatorio de los cambios que ha conseguido con su trabajo a pulmón. "En 1973 no había nada, como puedes ver. Era todo un pastizal. Mi casa es más hermosa que lo que ves aquí, pero hoy no podrías tomar una fotos desde ese ángulo porque la tapan los árboles, que son tan grandes", dice.
      Y a esa selva han regresado muchos animales. "Hay tucanes, todo tipo de aves, un gran roedor llamado apaca, ardillas, lagartijas, zarigüeyas, e incluso están regresando los jabalíes".
"Tenemos un pequeño jaguar y un ocelote, ¡que se come todas las gallinas!", dice riendo.
Pero, y más importante aún, han regresado los cursos de agua. Cuando compró el terreno había sólo una fuente, hoy hay cerca de 20.

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1/07/2021

¿Qué son los Daisugi?, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Daisugi

A primera vista estas fotos de árboles nos resultan llamativas y extrañas, pero no lo son tanto si pensamos en nuestros árboles trasmochos y sus usos a lo largo de los siglos. En este caso es “daisugi”, una técnica forestal japonesa donde unos árboles especialmente plantados se podan fuertemente para producir "brotes" que se convierten en perfectamente uniformes, rectos y completamente libres de nudos. Estos brotes son cuidadosa y suavemente podados a mano cada dos años dejando solo las ramas superiores, que hacen de tirasavias obligándoles a crecer rectos.
      Un tipo de arquitectura japonesa denominada sukiya-zukuri, que se caracteriza por unas líneas muy rectas y estilizadas, se puso de moda en el siglo XVI en el período Momoyama (la segunda unificación de Japón bajo un mismo poder). En ese momento, conforme a la moda, cada noble o samurái quería construir una vivienda de ese tipo, pero no había suficiente materia prima para construirlas. De ahí esta inteligente solución de usar técnicas de bonsai en los árboles.
     Cada 20 años se recoge la “cosecha”, que en árboles viejos puede llagar a ser de hasta cien de estos brotes. El daisugi es una técnica muy peculiar y llamativa, por lo que incluso cuando la demanda de madera cayó en el siglo XVIII, la demanda de ellos en jardines ornamentales mantuvo ocupados a los jardineros. Naturalmente no todos los árboles valen. Se emplea sólo la Cryptomeria japonica, árbol que fue conocido en occidente como “cedro japonés”, aunque cada vez con más frecuencia se le denomina “sugi”, su nombre original, puesto que nada tiene que ver con los cedros y se parece más a la sequoias gigantes (Sequoiadendron giganteum), como se ve en la foto 3, con los que comparte familia. La elección no es al azar, se trata de un árbol forestal, de crecimiento muy recto (última foto) y cuya madera es resistente, aromática, de un color rojo rosado, liviana pero fuerte, y resistente al agua.


Un pergamino que representa a un daisugi de Housen Higashihara
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1/04/2021

Jardines silvestres en las ciudades


CHRIS BAINES por Mª JOSÉ ESTESO POVES
Chris Baines
Entrevista al naturalista y escritor, precursor de los jardines silvestres en las ciudades.

     (...) Baines mantiene que la solución pasa por los árboles. Por ello, explica que las ciudades españolas necesitan plantar centenares de árboles para mitigar el cambio climático, porque "las hojas de los árboles son 'nuestros aires acondicionados' y filtran la contaminación". Las hojas de los árboles son un filtro natural de la contaminación en las ciudades      Afirma que, si conseguimos más arbolado y más parques interconectados, "estos pueden ayudar a ralentizar los efectos del calor extremo e incluso las inundaciones que se van a producir debido a las lluvias torrenciales características del cambio climático" (...)
    
Ciudades más amables 
     Frente a esto, es necesario que los ayuntamientos creen grandes "anillos verdes, espacios abiertos y tranquilos para poder respirar". Asegura que existen estudios científicos sobre cómo las personas mejoran si están en un entorno natural. "Está comprobado que si una persona con estrés se puede tumbar, caminar o sentarse en un jardín tranquilo, en sólo cuatro minutos, mejora y se relaja. Los espacios verdes son beneficiosos para la salud".
     Mientras aquí hablamos de despoblación y recuperación de los pueblos, en Reino Unido el discurso se centra en las ciudades. Es obvio, admite Baines: "El 90% de la población en mi país [más de 65 millones de personas] vive en grandes aglomeraciones, y en los últimos años estas se han vuelto espacios hostiles. Por eso es necesario hacerlas más amables".
     Baines fue cofundador del colectivo de defensores de la vida natural urbana Urban Wildlife Group, ha participado en un gran número de asociaciones en defensa de la jardinería silvestre, la gestión del agua y la conservación de la naturaleza. Además ha escrito varios libros, algunos de ellos para niños.
     Jardines silvestres explica con naturalidad qué es y cómo se diseña un jardín silvestre, privado o público: "No es una reserva de la naturaleza. Está concebido como un espacio agradable, con muchas flores silvestres para atraer a los insectos y aves, un pequeño lago con anfibios, una protección natural alrededor y claros para que entre el sol". Y aclara que "por supuesto no se emplea ni química ni pesticidas". Pero también es un lugar donde relajarse: "Un jardín tiene que tener bancos, sillas y una mesa ...".
     Su libro Wildlife Gardening (Vida Silvestre, 1985) es un clásico en el que da consejos prácticos para elegir las plantas que van a atraer a aves e insectos a través de la jardinería. En Reino Unido se usa también el glifosato en los jardines públicos, como en el Estado español. Es "un problema universal," asiente.
     La alternativa en las ciudades, si no hay mucho espacio, es hacer jardines urbanos en las fachadas, "como, por ejemplo, hacen los pub de Londres, donde existe una especie de corredores de madera en las fachadas con plantas colgantes y flores, a donde llegan abejas y pájaros", relata el ambientalista. Y así transformar la ciudad, como "en Nueva York, donde están triunfando los jardines y huertos en las azoteas de los edificios", cita Baines. También sostiene que es "una buena iniciativa la renaturalización de los ríos de las ciudades", tal y como se ha hecho con el Manzanares, en Madrid.
     A la pregunta de cuáles de sus luchas como activista le han marcado más, responde sin vacilar: "La de convencer a políticos e ingenieros para que no corten los árboles de las aceras". Relata que, al enterrar los cables de la luz en las ciudades inglesas, se talan todos los árboles, pero no es imposible hacerlo de otra manera. "Las raíces crecen de forma horizontal y es cuestión de convencer a los ingenieros de que se cave más abajo y se respeten los árboles". Y sentencia: "La mayor amenaza para los árboles no son los ingenieros, sino las políticas de los ayuntamientos para prevenir riesgos para la ciudadanía".

Central Park,  NYC
Talas de árboles y podas
     Pero nuestros árboles tienen más amenazas: "Se podan cada vez más para hacerlos más seguros y eso es malo; al final el árbol se pierde porque todo el beneficio está en la copa, las hojas nos ayudan contra la subida de las temperaturas por el cambio climático".
     Otra tendencia ha sido la corta de árboles en las carreteras. Asegura que en su ciudad, Sheffield, en South Yorkshire, sur de Inglaterra (534.500 habitantes), se ha conseguido un acuerdo con el Ayuntamiento contra la tala de árboles en las carreteras. Hasta ahora se habían cortado hasta un 25% de los situados en las vías de acceso a la ciudad "porque dicen que son un riesgo para los coches y que esa es la única manera de evitar los accidentes". Esta medida ha provocado una gran oposición por parte de la ciudadanía. "Muchas mujeres se han encadenado a los de las carreteras y han conseguido parar las talas".
     Baines explica que su trabajo ahora es el de 'mediador' entre ayuntamientos, empresarios y ecologistas. "Son necesarias las luchas de los ecologistas para contrarrestar las ideas moderadas de los políticos y conseguir acuerdos. Los ecologistas son más pragmáticos y pueden demostrar que conservar los árboles tiene beneficios", concluye.
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1/01/2021

El cambio climático en los anillos de crecimiento


Los árboles centenarios de Japón guardan en sus anillos el secreto de 2.600 años de cambios climáticos
El hinoki, un tipo de ciprés de larga vida que crece en muchas partes del centro de Japón, registra en sus anillos los cambios anuales en la cantidad de lluvia.
En su laboratorio en un bosquecillo al norte de Kyoto, Takeshi Nakatsuka sostiene una bolsa cerrada al vacío. En el interior de la bolsa, flotando en agua marrón, hay un anillo de árbol del tamaño de un plato. Es todo lo que queda de un árbol de entre 2.800 y 3.000 años de antigüedad. Lo recuperaron de un humedal -incluida el agua, para que la esponjosa madera no se deforme- en la Prefectura de Shimane, al norte de Hiroshima, en Japón. Y este antiguo tronco guarda secretos que pueden ayudarnos a prepararnos para el futuro.
El paleoclimatólogo japonés Takeshi Nakatsuka en su estudio con una muestra de árbol de hinoki.
      Junto con un variado equipo de 68 colaboradores, Nakatsuka, paleoclimatólogo del Instituto de Investigación para la Humanidad y la Naturaleza de Japón, invirtió la última década en desarrollar un innovador método para descubrir patrones de lluvia del pasado e interpretar los efectos que tuvo en la sociedad de las distintas épocas. Los resultados ofrecen una visión sin precedentes de 2.600 años depatrones de precipitaciones en Japón. Gracias a la información que contiene la madera de los bosques antiguos, los investigadores pueden cuantificar la lluvia que cayó en el país durante los últimos dos milenios y medio.

Un registro extraordinario

     Los investigadores descubrieron que más o menos cada 400 años la cantidad de lluvia se volvía extremadamente variable durante un período. El país alternó décadas de humedad e inundaciones con años más cálidos y secos que eran favorables para el cultivo del arroz. Y según si las lluvias eran abundantes o escasas, la sociedad japonesa sufría o prosperaba.
      "La variabilidad multidecenal, es decir, durante unas cuantas décadas, nos ofrece la posibilidad de transformarnos, así como la posibilidad de desmoronarnos", afirma Nakatsuka. Independientemente de cómo acabase al final, el científico destaca que esos cambios provocaron mucho estrés a las personas que los vivieron.
      Dado que los patrones climáticos actuales desafían cada vez más las expectativas y que los fenómenos extremos son más frecuentes y severos, esta ventana a la variabilidad climática del pasado puede darnos pistas sobre lo que nos depararán los próximos años. Nakatsuka reconstruye lo que sucedió en el pasado usando varios agentes, como anillos de árboles, corales, estalagmitas, núcleos de hielo y sedimentos
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Los investigadores pueden extraer celulosa para el análisis de isótopos cortando la madera en muestras finas.
     Pero sus últimos hallazgos se basan principalmente en un nuevo método que utiliza los índices de isótopos que contiene la madera para estimar los patrones de precipitación. El centro de Japón es un lugar perfecto para este tipo de estudio gracias a la gran cantidad que hay de hinoki, un tipo de ciprés muy longevo. Para su estudio, Nakatsuka acumuló datos de 68 hinoki, cuyas muestras sacó de árboles vivos, troncos enterrados, templos de madera y ataúdes. La madera con la que trabajó tenía entre 100 y 1.000 años de antigüedad.

 Una ecuación simple, pero precisa

      La proporción de isótopos de oxígeno que contiene la madera de los anillos de los árboles está relacionada con las condiciones ambientales en las que crecieron. En los días secos, las hojas pierden más agua y tienen una mayor proporción de isótopos que en los días más húmedos, lo que proporciona información sobre la humedad relativa en la atmósfera. "Se trata de una relación muy simple pero muy precisa", dice Nakatsuka.
      De hecho, las bases de datos meteorológicos modernas confirmaron que la proporción de isótopos en los árboles de vida más reciente dio una lectura precisa sobre las precipitaciones de verano. Además, los marcadores isotópicos también sirven como huellas dactilares del tiempo: son exclusivos del año en que se crearon.
      Nakatsuka trabajó a partir de un árbol vivo cuya edad conocía. Se sirvió de pruebas arqueológicas e históricas para acercarse a los siglos en los que vivieron las otras muestras de árboles. Luego comparaba sus marcadores isotópicos con otros árboles de su base de datos que vivieron más o menos en el mismo tiempo hasta que encontraba el patrón que compartían. De esta manera, creó una cronología que va desde el 600 a.C. hasta el 2000 d.C.

Las muestras examinadas por el equipo de Nakatsuka les permitieron reconstruir los patrones de las precipitaciones de los últimos 2.600 años.
     "Todos los árboles de la cronología están conectados al presente", dice Nakatsuka. "Es muy preciso, pero requiere mucho tiempo y es un trabajo extenso en comparación con los estudios tradicionales de anillos de árboles". Si bien su cronología reveló el errático ir y venir de los niveles de precipitación cada 400 años aproximadamente, no desveló nada sobre la causa de estos oscilantes patrones. Sin embargo, en colaboración con arqueólogos e historiadores, Nakatsuka logró desentrañar el efecto que tuvieron estos cambios en las precipitaciones en las sociedades de esa época.
 

Los cambios climáticos tienen efectos sobre la estructura social
    Como ejemplo, constataron que el desarrollo de sistemas de riego para protegerse de la sequía se produjo en momentos en los que su registro mostró que llovía poco. Lo mismo pasó con la implementación de políticas gubernamentales diseñadas para combatir la inanición durante períodos de hambruna. Y, todavía más importante, la fluctuación de las precipitaciones multidecenal coincide perfectamente con las principales épocas históricas de Japón y China.
     "Antes del análisis de Nakatsuka, los arqueólogos pensábamos en el proceso de formación del Estado principalmente en términos de cambio social", explica Kunihiko Wakabayashi, un arqueólogo prehistórico de la Universidad de Doshisha, en Kyoto.

Entre los siglos III y VI aC, a medida que cambiaban las jerarquías sociales en Japón, empezaron a aparecer grandes tumbas conocidas como Kofun .
     "Pero ahora entendemos que las inundaciones son el trasfondo de esos cambios sociales". Durante el período de Yayoi (1000 aC hasta 350 dC), por ejemplo, la mayoría de los asentamientos humanos cerca del río Yoda, en el centro de Japón, se establecieron en tierras bajas.
      El cultivo del arroz comenzó en ese momento y se convirtió en una parte central de la vida. La gente construía casas de turba al lado de pequeños arrozales y se ocupaban de sus parcelas individualmente.
Si las aguas cambiaban, se mudaban a sitios cercanos.

 

Un cambio climático decisivo

      Sin embargo, hacia el año 100 aC las cosas empezaron a cambiar. La temperatura bajó y la lluvia aumentó. Cada vez más personas se trasladaron a más y más altura, una señal, dice Wakabayashi, de la confusión social que causaban las frecuentes inundaciones. Al comienzo de la era de Kofun (siglos III a VI dC) casi no quedaban casas en el valle. El cambio climático fue el catalizador de este proceso.
      "Los jefes locales utilizaban las crisis ambientales para reorganizar las estructuras sociales", dice Wakabayashi. Por ejemplo, empezaron a gestionar los arrozales. La gente que trabajaba en esos campos más grandes ya no vivía al lado, sino a más altura, y ya no eran los únicos beneficiarios de su trabajo.
      Cuando las lluvias finalmente cesaron, en el siglo VII, la gente comenzó a bajar y se entró en el período de Asuka, en el que se introdujo el budismo, se crearon leyes y se formó el estado inicial de Japón. Durante el período de Tokugawa hubo un superávit de arroz. La mayoría de los historiadores creen que la falta de crecimiento de la población de Japón fue lo que creó este exceso de oferta de arroz.


Los detalles sobre cómo los japoneses se enfrentaron a los cambios en su clima en el pasado proporcionan pistas sobre cómo lo enfrentarán en el futuro
      Sin embargo, los datos climáticos de Nakatsuka indican que las condiciones favorables para el cultivo del arroz contribuyeron en gran parte al superávit que había detrás de la caída de los precios. "En ese momento, la demanda se mantuvo estable y Japón tenía una economía cerrada, por lo que solo el suministro decidía los precios del arroz", afirma Yasuo Takatsuki, un historiador económico de la Universidad de Kobe que estudia los barómetros económicos de la sociedad japonesa moderna. "¿Y qué condicionó la oferta de arroz? Claramente, el clima". El conocimiento de las condiciones climáticas del pasado, dice Takatsuki, "dibuja una imagen más completa de la historia". De hecho, también podría dar información sobre cómo podrían reaccionar los mercados a una escasez futura causada por el cambio climático.
      Una de las conclusiones de estos y otros hallazgos, según Nakatsuka, es que las personas se acostumbran rápidamente a las condiciones favorables. "Si hay un buen periodo de solo uno o dos años, la gente no cambia, solo da las gracias a los dioses", asegura. "Pero si las condiciones favorables se dan durante más de diez o veinte años, la gente aumenta su población, cambia de estilo y de nivel de vida y se acostumbra a comer arroz a diario", añade.

La escasez de recursos genera conflictos

      Pero cuando esos buenos tiempos se terminan abruptamente, continúa explicando, la sociedad no puede adaptarse lo suficientemente rápido. Y la devastación tiende a aparecer en forma de hambruna. En estos casos la sociedad también se vuelve más propensa a los conflictos, especialmente si los impactos ambientales no se distribuyen de manera uniforme en todo el país, lo que divide a la población entre los que tienen y los que no. Por supuesto, el mundo de hoy es mucho más globalizado y tecnológicamente avanzado que el de hace siglos. "Ahora, si la temperatura baja, podemos importar arroz de países extranjeros y no morir de hambre", dice Nakatsuka. Pero seguimos siendo seres humanos, añade, y seguimos atados por el hecho de que el cambio desencadena estrés, cosa que a su vez impulsa la agitación social.
      Probablemente el aumento del malestar y el miedo a cambios culturales, demográficos, climáticos y económicos empeorará en los próximos años, lo que favorecerá a gobiernos de estilo autoritario y populista.
      Nakatsuka y sus colegas esperan que su proyecto inspire a otros científicos de todo el mundo a emprender investigaciones similares de los factores que determinaron si las sociedades pasadas se desmoronaron o sobrevivieron al cambio climático. Y como se espera que el clima actual experimente niveles de cambio sin precedentes en las próximas décadas, el pasado puede dar pistas sobre lo que deberíamos hacer para estar preparados.
      "La historia humana contiene muchos ejemplos de los que podemos extraer lecciones para el cambio ambiental global contemporáneo", concluye Nakatsuka. "La lección es que debemos prepararnos para reducir el daño".

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