7/08/2018

GIRALA YAMPEY (Paraguay, 1923-2018)  
La leyenda de Anahí y la flor del ceibo (árbol nacional argentino)
De "Mitos y leyendas guaraníes" (Edición del autor; 2003; Asunción, Paraguay)

    
Dicen que Anahí, una joven de la tribu guaraní no destacaba por la belleza, era de rostro tosco, pero era aguerrida y tenía una maravillosa voz. Cantaba con tanta dulzura que encantaba a todos cuando modulaba las melodias de su tribu. Era noble de corazón y de maneras afables. Su espigada estampa era signo de vigor, audacia y valentía, cualidades que demostraría muy pronto. Destacaba por su bella alma y su coraje solidario, que ennoblecía su person.
     Un día, sobrevino un ataque al táva -al pueblo- de su grupo. Sin titubear, la joven Anahí, se sumó a los guerreros de su tribu para defender el hogar y la comunidad. Lo hizo con increíble bravura. En medio del combate, se le veía altiva y decidida. Los invasores guiados por guerreros guaycurúes  querían cautivos para sus servicios. La bravura de la muchacha despertó enseguida la admiración de todos, defensores y atacantes. En denodada lucha demostró las ansias de libertad de su estirpe. Pero la ferocidad de los guaycurúes y el tronar de arcabuses, consiguieron reducir a los defensores. A Anahí, la tomaron prisionera y fue llevada atada, por el temor que inspiraba su irreductible decision de luchar. La pequeña muchacha de la hermosa y dulce voz, resultó ser una admirable guerrera.
     Anahí fue encerrada con centinela. Triste y sola, no perdió su apostura. Por momentos cantaba con su invencible y melodiosa voz. Era tan cautivadora su dulce voz, que el propio centinela quedó preso de sus canciones. En un momento de descuido Anahí le asestó un sorpresivo y violento golpe con un trozo de palo que pudo tomar. Dándole en la nuca lo dejó tendido y salió en frenética huida del lugar.
Ya había ganado el bosque cuando la alcanzaron. Nuevamente fue apresada. Los invasores condenaron a Anahí a morir en la hoguera para complecer a sus furiosos aliados guaycurúes y para dar un castigo ejemplar a quienes quisieran escapar al yugo del vasallaje; además de que creían que Anahí podría tener poderes ocultos de hechicera o bruja.
     Esa noche, cuando la luna llena alumbraba con todo su vigor, el pequeño cuerpo de la abnegada y decidida muchacha, fue atada a un poste a orillas del río. Llevaron haces de leña que fueron apiladas alrededor de la prisionera. Un danza ritual de los  guaycurúes, acompañó la ceremonia y dio comienzo a la inmolación de Anahí. Un denso humo negro cubrió la escena de la quema en vida de la infortunada víctima. No se escuchó ningún grito desesperado, ni llantos. Solamente un quejumbroso  murmullo que parecían amenazas, un sordo canto fúnebre.
    
Seguramente tenía conciencia que su sacrificio era el símbolo de la defensa de la heredad y las ansias de libertad de su pueblo. Ofrendó su vida con serenidad y coraje. La india más fea de la tribu, pero que poseía la más dulce voz que habían escuchado sus hermanos, fue quedamada viva, en la hoguera.
     Una vez que ardieron los leños, el negro humo fue disipándose. Al llegar los resplandores del alba, cuando las llamas habían consumido el cuerpo sacrificado en un holocausto de venganza sin piedad, quienes martirizaron a la pequeña y valiente guerrera, vieron con asombro que sobre las cenizas que dejaron las lenguas de fuego, algo se agitaba. La luz de la madrugada mostró que, en el lugar del tronco que había servido para atar a la joven de dulce voz, estaba erguido un árbol cuya rugosa corteza formaba unos canales que parecían llamas danzando. En sus verdes ramas, lucían ramilletes de rojas flores. Eran como si la sangre de Anahí estuviera manando en gotas vegetales.

      Era el árbol que representa el alma indomable y altiva de una estirpe que no quiere morir, el ceibo. Su presencia, muchas veces solitaria en los montes, recuerda a quienes supieron morir por su libertad. Es un árbol rústico, casi hosco, cuya flor, como el indomable espíritu de Anahí, no puede llevarse sobre el pecho. La voz dulce de la indiecita fea, anida en ella.
 

     José Oswaldo Sosa unió la poesía y la música en una hermosa canción sentimental que perpetúa la leyenda de Anahí. (La pondré en próximos días)

---Fin---

7/06/2018

LOS ÁRBOLES VIEJOS SON CLAVES EN EL EQUILIBRIO ECOLÓGICO DEL PLANETA
 De"redaccion@ambientum.com" 
     El paradigma que se asumía desde siempre en el mundo de los silvicultores, según el cual los árboles paran de crecer en masa una vez alcanzan ciertos tamaños y pierden su vigor a medida que envejecen, ha tenido un giro de 180 grados.
     En la actualidad se sugiere analizar este fenómeno desde otras perspectivas, porque su dinámica no es igual a la de los humanos, quienes paulatinamente dejan de crecer y reducen su metabolismo.
      Después de analizar 673.000 individuos de 403 especies de parcelas forestales en climas tropicales y templados del mundo, se halló que el 97 % de los más antiguos seguían creciendo en masa, lo que les permite capturar grandes cantidades de CO2 y eliminarlo de la atmósfera.
     Según Álvaro Duque, coautor de la investigación, profesor de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín y experto en bosques, ello contradice la idea de que el crecimiento en masa de los árboles grandes se detiene una vez estos alcanzan cierto tamaño.
     Según la publicación Nature News de enero de 2014, se estima que un árbol de 100 centímetros (cm) puede crecer anualmente 52 veces más que uno de 10 cm. Los resultados del estudio muestran, por ejemplo, que en una parcela de bosque maduro en el oeste de Estados Unidos, los árboles de más de 100 cm de diámetro comprenden solo el 6 % de especies, pero representan el 33 % del crecimiento.
     El estudio fue liderado por Nathan Stephenson, ecólogo del Servicio Geológico de Estados Unidos, a quien se unieron 37 investigadores de diversos países –entre ellos el profesor Duque-, para analizar la información de la dinámica de la biomasa en los bosques del mundo. El equipo calculó las tasas de crecimiento en relación con características funcionales y evolutivas.
     En una parcela de 100 × 100 metros se midieron e identificaron todos los árboles. Mediante el uso de ecuaciones alométricas (herramientas utilizadas para medir volumen y biomasa de los árboles) se convirtió a masa el diámetro de su tamaño, teniendo en cuenta la densidad específica de la madera. A partir de ahí, se cuantificó para cada individuo su crecimiento, correspondiente al período establecido para el análisis.
     Los resultados revelan que las especies que alcanzan grandes tamaños van a ser en gran medida representativas de este fenómeno. Para Duque, hay familias en nuestros bosques que alcanzan dimensiones muy grandes, como Leguminosae, Bombacaceae y Lecythidaceae, entre otras. En las tierras altas, los robles (Fagaceae) juegan un papel preponderante.
     Lo anterior se reafirma con los resultados que ayudan a resolver algunas de estas contradicciones. Maurizio Mencuccini, ecólogo forestal de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido), afirma que los más jóvenes pueden crecer más rápido en una escala relativa, lo que significa que requieren de menos tiempo para, por ejemplo, doblar su tamaño. Sin embargo, en cantidades netas, los más viejos siguen aumentando su crecimiento.
     Para el análisis de Colombia, se incluyeron datos de zonas de tierras bajas y de los Andes, pero según Duque había una limitación con respecto al número de árboles, por lo que se consideraron muy pocos. Sin embargo, puntualizó que la representatividad de los bosques tropicales y no tropicales estudiados hace que los resultados sean concluyentes para todos los bosques de nuestro país.
     La importancia de capturar CO2 radica en que es uno de los principales gases de efecto invernadero que se está acumulando en la atmósfera, lo cual tiene consecuencias directas sobre el calentamiento global. Teniendo en cuenta el incremento aproximado en la temperatura en los últimos 30 años, de entre 1 y 2 °C por encima de los niveles históricos, si no existieran los bosques, este rango se hubiera duplicado.

7/04/2018

MARISA LÓPEZ PALMEYRO
La leyenda del lapacho -Tajy-

     Los que saben de estas cosas cuentan que, hace más de mil años, los guaraníes iniciaron una larga migración hacia el sur desde el corazón de las selvas sudamericanas: quizás desde la meseta del Mato Grosso, donde se separan las aguas que se encauzan hacia el norte, hacia las selvas amazónicas, y las que descienden hacia el sur, a la cuenca del Plata; o quizás desde más al Norte todavía.

     Cuenta la leyenda que el Dios de los guaraníes cuando estaba dispuesta la separación de los hermanos Tupí y Guaraní un día antes de la partida de Guaraní, les dijo: "Los dos son y serán siempre conquistadores de tierras, el símbolo de sus conquistas será, que ustedes al asentarse en una comunidad marcaran con grandes árboles de distintos colores cuyo nombre será Tajy, "las tierras conquistadas". Y así Tupã Tenondete les entregó la semilla de estos fornidos árboles que había traído del "Yvaga", prometiendo que si cultivaban las semillas crecerían los árboles más grandes y ellos utilizarían la madera para todos utensilios que necesitaran: canoas, cubiertos, armas, flechas, casas. Desde que comenzó la conquista de los guaraníes se puede disfrutar por todos los caminos los lapachos de diversos colores: blancos, amarillos y rosados. Desde ese tiempo los guaraníes afirman que los lapachos siempre traen la fortaleza de Tupã a todo el pueblo, pues, al mirarlos y tocarlos, el árbol les transmite una fuerza incomparable, marcando claramente el territorio que pertenece a esta tribu. Por esto los guaraníes lo llaman "El árbol de Yvaga", el árbol de Tupã Tenondete.


---Fin---

7/02/2018

JOSÉ ZOILO en...
"Padre Mario: Sanaciones desde el cielo" habla del "Lapacho"
    
     Este es un pasaje en el que Zoilo describe al lapacho, seguido de una poesía que no sabemos si también es del mismo autor. El lapacho, del género Tabebuia, comprende alrededor de un centenar de especies de árboles nativos de la zona intertropical de América hasta el centro-norte de Argentina y Paraguay.

     (...) Es un árbol que crece lento. No tiene apuros. Sabe esperar en la fidelidad de sus ciclos, viviéndolos uno a uno con intensidad, tanto en sus desnudeces invernales como en sus derroches de vida. Su madera se va haciendo lentamente por eso logra ser tan resistente. No necesita ser descortezado como el quebracho su resistencia le llega hasta la piel. Cuando se entrega, se entrega entero. Cuando los antiguos misioneros jesuitas construían sus iglesias monumentales, iban a los montes y arrancaban los lapachos con sus raíces enteras, transportándolos con su terrón de tierra colorada adherida a ellas. Y así los volvían a plantar en el suelo, constituyéndolos en columnas que sostendrán toda la estructura del edificio. Las paredes eran de esa misma tierra colorada apisonada en un encofrado de madera que luego se retiraba. Toda la resistencia del edificio, que aguantó siglos, se fiaba a las columnas. Por supuesto para esta misión había que despojarlo de sus ramas. Pero eso le sucede a todo árbol que tiene que cumplir una misión distinta a la de ser simplemente planta. En San Ignacio Guazú y en muchos otros lugares de tierra guaraní, donde estuvieran antiguas y hermosas iglesias, hoy sólo quedan en pie parte de esos troncos de “taye”, trozos de columna aún clavadas junto a su montículo de tierra colorada que constituían las paredes. Su madera no se pudre. Poco a poco va saltando en astillas que regresan a la tierra madre, uniéndose al humus fértil que alimenta la vida nueva que nace a sus pies (...)

Alerta vigía de septiembre,
ternura de fiesta quinceañera,
se estrella el invierno entre sus flores,
cubriendo de rosa las veredas.

Mil soles te diron fortaleza,
mil noches te dieron su frescura;
es tuyo el misterio de las selvas,
del viento y del indio en su espesura.

Tenés corazón que no se pudre,
lapacho de flores sonrosadas,
 pudor virginal que se arrebola
 guardando tu savia acumulada.

Son parcas las ramas de us gestos,
que sólo en la copa se te ensancha,
dejando que el tronco surja recto,
igual como surge la confianza.

Tayé, te llamaron los antiguos,
y el nombre, por gracia, ha perdurado,
volviendo a endulzarlo el acmoatí
que busca la miel entre tus labios.

 Imagen del alma de los curas
-rara conjunción de tierra y gracia-
columna sacada de los montes
y luego de pie crucificada.

Sacado con todas sus raíces
trajiste contigo tu pasado,
bravo imaguaré de los antiguos,
Retá con color de sangre y barro.

Hoy quedas de pie sobre las ruinas,
cual mudo testigo del pasado,
e invitas a todos los que llegan
a ver, a pensar y dar la mano.

 -----