6/07/2017

CÉSAR-JAVIER PALACIOS
Conoce el olivo mágico de Saramago en Lanzarote


     El escritor portugués José Saramago amaba los árboles. Aunque quizás no tanto como su abuelo materno Jerónimo Melrinho, pastor de cerdos en la pequeña villa de Azinhaga. Fue a él a quien dedicó su discurso de aceptación del premio Nobel ante la academia sueca. Un memorable texto que empieza así:
“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”.
     De él aprendió de niño mil historias y leyendas, escuchándole en las largas noches de verano que pasaban juntos durmiendo bajo la gran higuera de la huerta, mirando a las estrellas.
Jerónimo, pastor y contador de historias, al presentir que la muerte venía a buscarlo se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver
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     Saramago, pensador sublime y contador de historias, plantó árboles en su casa de Lanzarote (A Casa / La Casa) para no olvidarse nunca de su abuelo. Ni de su Portugal natal. En una maceta acurrucada entre sus piernas trajo en el avión un joven brinzal de olivo nacido en el Alentejo. Lo plantó en el jardín, en un lugar privilegiado desde donde se disfruta de unas maravillosas vistas hacia el mar tranquilo, la isla de Lobos y la lejana Fuerteventura. No sabía si prosperaría en esa tierra lejana, volcánica, pero contra todo pronóstico el árbol arraigó. En cuanto creció un poco instaló a su lado una silla. Bajo la fresca sombra del olivo se pasaba las horas muertas, meditando, mirando, sintiendo.
     A seis años de su muerte, ves ahora la silla vacía, el árbol, el mar naciente y sientes un escalofrío aún mayor que cuando entras en su biblioteca. Seguramente por tratarse de un ser vivo, testigo mudo de las ensoñaciones del literato.
     “Para él era un árbol muy especial, pues sus raíces simbolizan a su familia y de dónde viene, pero también su deseo de quedarse en esta tierra”, me comenta el director de la Casa Museo y cuñado del literato, Javier Perez F. -Figares. “Amaba mucho este jardín”. En él plantó luego otros dos olivos, pero uno de ellos, de origen andaluz, salió literalmente volando, arrancado por los vientos huracanados de la tormenta tropical Delta de 2005. La historia parece salida de una de sus novelas, pero es real. También plantó una higuera, como la de su abuelo, que apenas ha crecido en estos años. Y un algarrobo, cuyas vainas son muy nutritivas para las piaras de cerdos, imagen que nos lleva otra vez a su Azinhaga natal.
     Recogiendo el testigo de amor por estos árboles que Saramago dejó, explican en la Fundación,
“se ha considerado que un olivo, tal vez éste, sea la imagen del complejo que es la casa y la biblioteca del escritor: el olivo es símbolo de paz y de sabiduría, ramas verdes que son letras sobre el negro de la tierra volcánica. Es Lanzarote, es Azinhaga, es Portugal, es Saramago”.
     Pasear por la casa donde Saramago escribió “Ensayo sobre la ceguera” es una sensación única, como lo es ver su despacho y su cama. Pero tocar las ramas del olivo que acariciaron sus ideas resulta algo impagable. Bajito y redondo para poder adaptarse a la fuerza de los vientos alisios, no trates de abrazarlo. Saramago tampoco lo hizo nunca. Como él mismo explicó una vez en una entrevista, despedirse del mundo al estilo de su abuelo no iba a ser posible.
Yo no me veo levantándome de la cama, suponiendo que estoy en las últimas, levantarme para ir y repetir lo que ha hecho mi abuelo, porque repetirlo sería insultar su memoria.
     Isla Negra tiene a Neruda y Cadaqués a Dalí. Lanzarote es más afortunada; tiene a César Manique y a José Saramago. Pero lo ignora.
La isla recibió el año pasado cerca de tres millones de turistas. Sin embargo, apenas un puñado de ellos visitaron la maravillosa Casa Museo del escritor luso. ¿La razón? Intenta localizarla. Misión imposible. Ni aún con gps es fácil. Entre otras razones, porque no hay ni una sola señalización en la isla que te informe de su cercanía y te facilite la llegada. A los responsables del Cabildo y del Ayuntamiento ya les vale.
     Hay que entrar en la zona de chalés de Tías, buscar el ayuntamiento y seguir hacia abajo entre un dédalo de urbanizaciones para dar finalmente con la rotonda dedicada al escritor de Todos los nombres, en este caso sólo uno, un árbol (el olivo) con forma de J y S: José Saramago. El hombre que amaba los árboles.


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6/05/2017

DOMINGO MARCHENA, en "La Vanguardia"
Barcelona tiene 1,4 millones de árboles, su mejor aliado contra la contaminación

Hojas de plátanos arremolinadas en el suelo por la fuerza del viento, en Pedralbes (Àlex Garcia / LVE)
      Barcelona tiene 1,4 millones de árboles, según un recuento aproximado hecho público por el Ayuntamiento. La cifra incluye por primera vez todos los árboles y palmeras de calles, plazas, jardines públicos y privados. También los de Montjuïc, las zonas boscosas de los Tres Turons y del parque natural de Collserola, el gran pulmón verde de la capital catalana.
     Esta es una de las riquezas a veces más desconocidas de las ciudades. Los árboles urbanos no sólo embellecen el asfalto, sino que ayudan a hacer de nuestros barrios lugares menos sucios y con más calidad ambiental. Actúan como pantalla acústica y atenúan el tráfico diario, ya que disminuyen la reverberación que produce el sonido del tráfico en las fachadas.
     Pero, sobre todo, retienen el polvo y purifican el aire. Son el mayor filtro contra la contaminación. Estas son sólo algunas de las causas que justifican uno de los proyectos de más largo alcance del gobierno municipal de Barcelona, que quiere planificar la gestión de este patrimonio natural durante los próximos 20 años. La duración del proyecto no parece tan insólita si se tiene en cuenta que la vida media de los árboles urbanos es de medio siglo, como dijo el comisionado de Ecología, Frederic Ximeno, durante la presentación del plan.
     Barcelona se vanagloria de su amor por los árboles. La ciudad aprobó en 1995 la Declaración de los Derechos del Árbol, “un elemento esencial para garantizar la vida en la ciudad”. Los ejemplares urbanos tienen una apasionante vida secreta y permiten que nuestras calles sean más habitables y saludables, y menos calurosas en el ferragosto. Está claro que los árboles nos cuidan, pero la pregunta es: ¿cuidamos nosotros a los árboles?
     Las ciudades son un entorno hostil. La necesaria pavimentación urbana tiene como contrapartida la impermeabilización del suelo, lo que dificulta la filtración de la lluvia. Si no llueve, malo; y si llueve mucho después de un largo periodo de sequía, peor: aunque puede ser muy beneficiosa en el campo, las precipitaciones en las ciudades limpian las calles de aceites, gasolina y metales pesados... pero el agua arrastra materiales contaminantes que perjudican los espacios verdes.
     A causa del asfalto, las aceras y la compactación de la tierra se produce una disminución de los niveles de oxígeno del subsuelo. La consecuencia directa es la asfixia de las raíces, las responsables de la nutrición de estos seres vivos. Por si fuera poco, los alcorques se empobrecen paulatinamente. En los núcleos urbanos, a diferencia de en el campo, la madera muerta y las hojas se retiran del suelo, lo que impide que la materia orgánica actúe como fertilizante.
Ailanto, un invasor
     La lista de males no acaba ahí. Las arboledas urbanas reúnen a veces ejemplares que se adaptan muy mal a las ciudades... o que se adaptan demasiado bien y pueden llegar a convertirse en una especie invasora, como el alianto. Este árbol de origen chino ha hecho saltar las alarmas en Collserola, donde si no se frena su expansión podría ser un peligro para “los espacios naturales” y convertirse en un competidor voraz de especies autóctonas, como la encina o el pino blanco.
A estos y otros errores quiere poner solución el Plan Director del Arbolado de Barcelona 2017- 2037. El proyecto tiene un subtítulo revelador: Árboles para vivir. La alcaldía pretende que en los próximos cuatro lustros se mejore la biodiversidad. No sólo se trata únicamente de plantar más árboles, sino sobre todo de optar por ejemplares más funcionales y resistentes al cambio climático.
     Uno de los ejes de la campaña buscar evitar la proliferación de monocultivos, entre cuyos ejemplares se propagan con mucha más facilidad las enfermedades y las plagas. En 1992, la mitad de los árboles de Barcelona eran plátanos (y no plataneros, como muchos los llaman). En la actualidad son el 30% del total. Pero el objetivo es que ni esta ni ninguna otra especie supere el 15%.
     Los plátanos –algunos centenarios, como los que aparecen en la novela Expediente Barcelona , del añorado periodista y escritor Paco González Ledesma– seguirán indisolublemente ligados a la imagen de la ciudad (y ocasionando problemas de alergias por su polen). Pero cada vez deberán convivir con el desembarco de otros familiares, como el árbol del fuego, las chitalpas, los tamarindos o los perales de Callery.
     Estas especies se caracterizan, asegura el Ayuntamiento, “por su buen desarrollo, la falta de problemas fitosanitarios y una buena adaptación al entorno urbano”. Una cuidadosa elección de las nuevas plantaciones es indispensable para la renovación del arbolado, pero no el único paso. La mala ubicación de los alcorques, a veces demasiado cerca de los edificios, obliga con excesiva frecuencia a podas drásticas, como denuncia el informe municipal. Las podas, sostienen los expertos, deberían ser las mínimas posibles y sólo de mantenimiento. El plan también propugna sistemas de riego automatizado gota a gota para afrontar otro grave problema, el estrés hídrico.
     La caída prematura de las hojas, en ocasiones en plena primavera, como ocurre en especial con los plátanos, no refleja “el símbolo perfecto del paso del tiempo”, como decía Virgilio. Se trata de un mecanismo de autodefensa que evita la deshidratación: a menos hojas, menos necesidad de agua para las ramas.
     Los técnicos del Ayuntamiento tendrán en cuenta para la selección de nuevas especies incluso las previsiones que apuntan a un aumento de las temperaturas y a una distribución cada vez más irregular de las lluvias. “Qué triste es que la naturaleza hable y los hombres no la escuchen”, decía Victor Hugo. Barcelona, replica el Ayuntamiento, necesita árboles. Y no árboles cualesquiera, sino ejemplares fuertes y sanos “para afrontar los retos del cambio climático”.
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6/03/2017

El sorprendente valor de los árboles para combatir la contaminación en el aire de las ciudades
     Más del 80% de la personas que viven en áreas urbanas del planeta donde se monitorea la calidad del aire están expuestas a niveles de contaminantes que superan los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud, OMS.
     "La contaminación del aire, debido a altas concentraciones de partículas pequeñas y finas, es el mayor riesgo ambiental a la salud y causa más de tres millones de muertes prematuras a nivel global cada año", agrega la OMS.
     ¿Pueden los árboles ser parte de la solución al problema? ¿Podría una fila de venerables olmos, plátanos de sombra o pinos protegernos de la contaminación?. El interrogante no es fácil de responder en detalle, pero dos científicos en Estados Unidos llevan años dedicados a indagar en esta incógnita. Y sus hallazgos son sorprendentes.

El riesgo de la contaminación

     La necesidad de disminuir la contaminación en ciudades es imperiosa. "En la ciudades occidentales nos enfrentamos principalmente al problema de las partículas finas llamadas PM 2,5, o materia particulada cuyo diámetro es igual o menor a 2,5 micrones", dijo al programa Crowdscience de la BBC Frank Kelly, profesor de salud ambiental en Kings College, en Londres.
     Según Kelly, el principal riesgo es que esas partículas son las que penetran profundo en los pulmones.
Un paraguas contra la contaminación. Pero es crucial saber qué especies plantar.
     Otro problema particularmente grave en Europa es el del dióxido de nitrógeno que proviene principalmente de los vehículos diésel.
     "Cuando la contaminación es mayor, las personas con un historial o enfermedad crónica requerirán más medicamentos, pero incluso las personas saludables sufrirán las consecuencias", dijo Kelly.
     La contaminación ha sido relacionada por diferentes estudios en los últimos años a un mayor riesgo de enfermedades al corazón, cáncer, accidentes cerebrovasculares y demencia. Dado el enorme riesgo de la contaminación para la salud, ¿qué impacto pueden tener los árboles?

Árboles que "inhalan" la contaminación

     Kamran Abdollahi es profesor de ciencias forestales urbanas en el Centro de Agricultura y Extensión del Sur en Baton Rouge, Luisiana, en Estados Unidos.
Las coníferas, como esta secuoya roja, tiene hojas todo el año. Y sus hojas con cera facilitan la adherencia de partículas
     Con sus monitores portátiles, Abdollahi ha registrado niveles de dióxido de nitrógeno de 120 partes por billón en avenidas y 100 partes por billón bajo los árboles, lo que sugiere un impacto positivo de la vegetación.
     Los árboles extraen contaminantes en dos formas principales, según explicó a Crowdscience de la BBC David Nowak, quien ha venido investigando su impacto en las ciudades durante más de 20 años y trabaja con el Servicio Forestal de Estados Unidos en Siracusa, en el estado de Nueva York.
"O bien incorporan gases y contaminantes a través de las estomas en sus hojas o capturan partículas en la superficie de sus hojas". Los estomas son los poros o aberturas regulables en la epidermis de las hojas de las plantas.
     "Es lo mismo que los seres humanos, que o bien inhalan partículas o las captan en su ropa", agregó Nowak. Y durante el día los árboles también evaporan agua reduciendo la temperatura del aire.

Hojas pegajosas

     ¿Cuando los árboles extraen los contaminantes, qué hacen con ellos?
     "Los gases ingresan al interior de las hojas donde hay mucha agua. Muchos gases se disuelven y cambian de estado y funcionan como fertilizante. Las plantas necesitan nitrógeno y azufre", señaló Nowak. En el caso del ozono, que es altamente reactivo, puede dañar las hojas de los árboles.
     "En el caso de las partículas básicamente se adhieren al exterior de las hojas. La cantidad de partículas extraídas del aire de esta forma dependerá de cuán pegajosas y cuán grandes sean las hojas".
     Pero estas partículas no se quedan sobre la superficie de la hoja para siempre, según el científico estadounidense. A veces el viento vuelve a suspenderlas en el aire, o en días de lluvia se disuelven y entran al sistema del suelo.

Pinos y olmos

     Lo ideal es que el árbol que se seleccione para una ciudad tenga muchas hojas y sea de gran tamaño, según Nowak. "Quieres que haya un gran intercambio de gases no sólo para extraer la contaminación sino para reducir la temperatura".
Las coníferas tienden a ser mejores en remover partículas porque tienen hojas todo el año y están recubiertas de cera, por lo que las partículas tienden a adherirse, de acuerdo al investigador del Servicio Forestal estadounidense.
     Y en cuanto a los árboles de hojas caducas una de las mejores especies es el olmo, porque tienen hojas con un textura rugosa que es buena para captar partículas y además emiten menos compuestos orgánicos volátiles.
     Estos compuestos son los que dan, por ejemplo, su aroma a los pinos, pero pueden reaccionar con otras sustancias e incrementar los niveles de ozono.
     Para Nowak, tal vez más importante que saber cuál es la especie ideal para combatir la contaminación es preguntar cuál es el paisaje ideal.
     "A lo largo de calles y avenidas es bueno es bueno enmarcar estas vías con filas de árboles, lo que desvía las partículas hacia arriba e impide que muchas se trasladen a las aceras donde camina la gente".
     Pero en espacios muy cerrados, en que a veces se planta árboles a ambos lados de la calle cuyas copas se tocan formando un arco, "puede ser que se invierta el efecto y se atrape la contaminación".

"Impiden muertes"

     Nowak estima que los árboles retiran típicamente menos del 1% de la contaminación. Pero el porcentaje puede llegar en algunos casos al 15%.
Puede parecer poco, pero estamos hablando de toneladas de partículas.
Más del 80% de la personas que viven en áreas urbanas del planeta donde se monitorea la calidad del aire están expuestas a niveles de contaminantes que superan los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud
     "A nivel general encontramos que los árboles en las ciudades de Estados Unidos impiden 850 muertes al año y más de 670.000 casos de episodios respiratorios agudos".
     Por su parte, Abdollahi utiliza una gran caja de metal donde coloca árboles que selecciona al azar. Luego bombea en la caja todo tipo de contaminantes y un tubo extrae el aire hacia un monitor. El científico halló que los robles nativos de Luisiana son particularmente resistentes y sus hallazgos han influenciado la selección de especies realizada por Baton Rouge Green, una ONG que ya ha plantado unos 5.000 árboles en la ciudad.

El increíble valor de un plátano de sombra
     Nowak también calcula el beneficio económico que representan los servicios prestados por los árboles al combatir la contaminación. Para ello desarrolló una aplicación, iTree, que ya está siendo usada en Londres por la organización Treeconomics, que estima el valor de los árboles en zonas urbanas.
     Keith Sacre, de Treeconomics, invitó a la BBC a visitar a un venerable habitante de la capital británica, que ha vivido allí durante cerca de 200 años. En la céntrica plaza Berkeley Square, un enorme plátano regala a Londres su solidez y su radiante presencia noble y protectora.
     Ese plátano aporta a la ciudad, según Sacre, servicios que equivalen a más de US$900.000 en términos de combate a la contaminación y disminución de temperatura.
     Así que la respuesta es, "SÍ".
     Es indudablemente beneficioso plantar árboles en las ciudades para combatir la contaminación, además de las ventajas que ofrecen en términos del bienestar mental derivado del contacto con la naturaleza.
     Plantar árboles en la ciudades sí disminuye la contaminación, pero la respuesta no es simple. Las especies deben ser seleccionadas con cuidado. Y si queremos que los árboles extraigan la mayor cantidad de contaminantes, debemos recordar que el tamaño es una variable crucial.

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6/01/2017

BENEFICIOS DE LOS ÁRBOLES URBANOS
Neus Palou en "La Vanguardia"

(...) Los árboles urbanos, que a veces sólo valoramos por su sombra o porque dan un toque de color al asfalto urbano, son un elemento esencial para la ciudad. Estos pueden ayudar a mitigar algunos de los impactos negativos de la urbanización, y así hacer que las ciudades sean más resistentes a estos cambios (...)
Diagonal Barcelona
  1. Un árbol grande puede absorber hasta 150 kg de CO2 al año, por lo tanto son de gran importancia en una ciudad donde la contaminación suele ser una problemática importante. Los árboles pueden mejorar la calidad del aire, haciendo de las ciudades lugares más saludables.
  2. Además, y en la misma línea que en el punto 1, los árboles grandes son excelentes filtros para contaminantes urbanos y partículas finas. Absorben gases contaminantes como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, ozono y óxidos de sulfuro. También filtran partículas finas como polvo, suciedad o humo del aire atrapándolos sobre las hojas y la corteza.
  3. Los árboles juegan un papel importante en el aumento de la biodiversidad urbana, proporcionando a las plantas y animales un hábitat, alimento y protección.
  4. La ubicación estratégica de los árboles en las ciudades puede ayudar a enfriar el aire entre 2 y 8 grados Celsius, reduciendo así el efecto de “isla de calor” urbano, una acumulación de calor por la inmensa mole de hormigón, y demás materiales absorbentes de calor.
  5. Las investigaciones demuestran que vivir cerca de los espacios verdes urbanos y tener acceso a ellos puede mejorar la salud física y mental, por ejemplo disminuyendo la tensión arterial alta y el estrés. Esto, a su vez, contribuye al bienestar de las comunidades urbanas.
  6. Los árboles maduros regulan el flujo del agua y desempeñan un papel clave en la prevención de inundaciones y en la reducción de riesgos de desastres naturales. Un perennifolio o árbol maduro de hoja verde permanente, por ejemplo, puede interceptar más de 15 000 litros de agua al año.
  7. La colocación correcta de los árboles alrededor de los edificios puede reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30% y reducir las facturas de calefacción en invierno entre un 20 y 50 por ciento.
  8. Los árboles pueden contribuir al aumento de la seguridad alimentaria y nutricional local, proporcionando alimentos como frutas, frutos secos y hojas tanto para el consumo humano como para el forraje. Su madera, a su vez, se puede utilizar para cocinar y calentar.
  9. Central Park NY
  10. La planificación de paisajes urbanos con árboles puede aumentar el valor de una propiedad en un 20 por ciento y atraer turismo y negocios.
Después de enumerar todas estas ventajas, la FAO concluye que una ciudad con una infraestructura verde bien planificada y bien manejada se vuelve más resistente, y sostenible. A lo largo de su vida, los árboles pueden proporcionar un paquete de beneficios que vale dos o tres veces más que la inversión en plantación y cuidado.
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