11/11/2014

ÁNGEL MARÍA GARIBAY (México, 1892-1967)
La palmera


Es noche oscura (claro está, sin luna),
es un fantasma, una visión grotesca;
más bien que un árbol tropical, es una
sanguijuela monstruosa, gigantesca.
Su talle majestuoso y altanero
se adentra por las célicas negruras,
y su copa, dijérase el plumero
con que limpia San Pedro las alturas.
En las horas de sol esplendoroso
trepa en busca del dátil sustancioso
un negro con aspecto de cloaca,
y a su sombra movible y reducida,
una dama de faz oscurecida
se mece dulcemente en una hamaca.
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11/08/2014

MAGDA STELLA QUINTERO (Colombia, 1935-1998)
El árbol

El árbol amigo
que das tu sombra,
árbol hermano
que frutos das,
árbol que entregas
tantos aromas
nidos y trinos,
aves y paz.

Árbol amigo
yo te saludo,
árbol hermano
cúbreme ya!

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11/05/2014

TÚNEL DE GINKGOS, Tokio

El Gingko biloba es un árbol muy venerado en la cultura japonesa. Es conocido como el fósil viviente.

Alrededor de 65.000 ginkgos hay en calles, jardines y parques de Tokio. El túnel que se ve en las fotos se encuentra en el jardín exterior de Meiji Shrine.
Un golpe de viento es suficiente para que las hojas del ginkgo comiencen a caer, hasta ese momento una cúpula amarilla cubre los paseos.
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11/02/2014

CÉSAR DÁVILA ANDRADE (Ecuador, 1919-1967)
Canción espiritual del árbol derribado

No fue el ciclón con sus campanas desgarradas. 
Fueron los hombres que viven a tu sombra. 
Trajeron hachas finas por el aire. 
Trajeron siete hachas por el aire. 
Siete delgadas concubinas de odio. 
Fue una tarde de ancho ocaso rojo. 
Tenían los leñadores sal verde y afilada en las axilas. 
Los golpes de las hachas corrían por el bosque 
con pies planos y huecos. 
Se volvían las ramas azules de sonido. 
Hasta que cayó el árbol sobre el dulce costado 
cual alto dios antiguo, 
con un ruido plural de abejas verdes 
y venas arrancadas.

Con aroma de pan y de azucenas se abrieron sus cimientos. 
Pero quedó su alma: una fruta alargada y transparente, 
sin agua, sin albúmina, sin tiempo. 
Su alma de libres llamas corporales, con cintura de heno 
y pálida camisa de avena.

Con un temblor de candelabros líquidos 
entró en la inmensa desnudez del cielo.
Se hizo un gran silencio de manzanas vacías, 
y de la orilla de todos los bosques 
partieron a la música navíos, 
y una hojarasca de aves invisibles. 
El viento prolongó, al pasar, mi pulso, 
y la materia ardiente de mis sienes. 
El viento llenó el agua de cipreses y silencio. 
El alto viento levantó del árbol la sustancia anillada de la música, 
el peso de acuarela de los pájaros, las balas de coral de la madera.

Qué material tan puro el de sus yemas. 
Qué cera tan sagrada la que entreabrió sus flores
en tenue sexo de inquietos alfileres.

¿No volveremos a ver manos azules 
subiendo por el aire del otoño? 
¿No veremos ya más su domingo encendido de cerillas 
por los niños traslúcidos del día? 
¿No veremos ya más esa muchacha ciega 
que en puntillas buscaba una sortija de resina?

Deja que ponga bajo tu nuca blanca 
esta almohada inquieta de peces de mi anhelo.

No has muerto. No eres hijo de odio ni de muerte. 
Vives ahora en el piso más delgado de los cielos.
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