5/17/2011

PUBLIO OVIDIO NASÓN (Italia, 43 a. C. - 17 d. C)
Metamorfosis de Filemón y Baucis - Libro VIII

Traducción: Antonio Ruiz de Elvira 1994

        Allí se presentó Júpiter en figura mortal, y, acompañando a su padre, el Atlántida portador del caduceo, que se había quitado las alas. A mil casas se dirigieron en busca de alojamiento para descansar; mil casas les fueron atrancadas con cerrojos; una en cambio los recibió, pequeña en verdad, cubierta de paja y de cañas del pantano, pero en ella la piadosa anciana Baucis, y Filemón, de la misma edad, habían estado juntos en los años de la juventud, y en aquella cabaña envejecieron, e hicieron llevadera su pobreza confesándola y soportándola de buen grado; y sería inútil buscar allí señores o criados; la casa entera está constituida por dos, y son los mismos los que obedecen y los que mandan. Y así, cuando los celestes alcanzaron aquel humilde hogar, y pasaron, inclinando la cabeza, por la exigua puerta, el viejo les invitó a dar descanso a sus miembros preparándoles asiento; sobre éste extendió Baucis, solícita, una tosca funda, y apartando en el fogón la ceniza tibia, atiza el fuego de la víspera, lo alimenta con hojas y corteza seca, y con su soplo de anciana lo acrecienta hasta producir llamas, y bajando del tejado teas muy astilladas y ramitas secas, las desmenuzó y acercó a un pequeño caldero, y descabezó, despojándolo de las hojas, un repollo que su esposo había traído del bien regado huerto; él, con una horquilla de dos puntas, alcanzó en vilo un lomo ahumado de cerdo colgado de una viga ennegrecida, y corta un trocito de su curada y añeja carne, y una vez cortado lo cuece en el agua hirviente. Mientras tanto entretienen con su charla las horas que faltan y les impiden darse cuenta de la espera. Había allí una artesa de madera de haya, colgada de un clavo por su sólida asa: es llenada de agua tibia y recibe los miembros de los viajeros para tonificarlos; en el centro de la choza hay un colchón de blanda juncia sobre un lecho de armadura y patas de sauce. Lo cubren de ropas que no solían extender más que en días de fiesta, pero incluso esta ropa era mísera y vieja, no impropia de un lecho de sauce. Recostáronse los dioses. La anciana, temblorosa y con la ropa recogida, coloca la mesa, pero de las tres patas de la mesa una cojeaba: un tiesto la equilibró, y una vez que, calzado, eliminó la inclinación, unas matas de verde menta limpiaron la mesa ya nivelada. Es servido allí el fruto bicolor de la casta Minerva, y cerezas de cornejo del otoño cubiertas de líquidas heces de vino, y escarola y rábano y queso fresco y huevos ligeramente pasados por un rescoldo no muy fuerte, todo ello en cacharros de barro. Y después ponen un barreño cincelado en plata de la misma clase, y copas hechas de haya, embadurnadas de rubia cera por su parte cóncava; poco hubo que esperar hasta que el fuego del hogar les mandó la comida bien caliente, y se trajo un vino de no mucha antigüedad, el cual fue a continuación retirado por breve tiempo para ceder su lugar al segundo plato; consistió éste en nueces, higos mezclados con arrugados dátiles, ciruelas,fragantes manzanas en anchos cestos, y uvas recogidas de un viñedo ya de color púrpura; en el centro hay un panal resplandeciente; a todo ello se añadían rostros amables y una buena voluntad que no era inútil ni pobre. Entretanto ven que el cratero del que tantas veces se había sacado licor se está volviendo a llenar por sí mismo, y que el vino sube de nivel por propia iniciativa. Tanto Baucis como el medroso Filemón quedan espantados, atónitos ante lo inaudito del suceso, y con las manos levantadas pronuncian plegarias y piden perdón por la insignificancia de la colación y del servicio. Tenían un solo ganso, que era el guardián de la humildísima granja; se dispusieron sus dueños a sacrificárselo a los dioses que eran sus huéspedes; el animal, veloz por sus alas, cansa y burla durante largo tiempo a los ancianos, lentos por su edad, y al fin pareció que se refugiaba junto a los dioses mismos: los celestes prohibieron que se le matara. 
        "Somos dioses, y esta comarca impía va a pagar el castigo que merece", dijeron; "a vosotros se os concederá quedar a salvo de esta catástrofe; abandonad al punto vuestra morada, seguid nuestros pasos y venid con nosotros a lo alto de la montaña". Obedecen ambos y, precedidos por los dioses, ayudan con sus bastones a sus miembros, y, despaciosos por sus ancianos años, se esfuerzan en avanzar por la interminable cuesta. Distaban de la cima tanto como puede alcanzar de una vez una flecha disparada: volvieron la mirada y advirtieron que todo había quedado sumergido bajo una laguna a excepción de su casa, que era lo único que estaba a salvo; y mientras se maravillan de aquello y lloran la destrucción de sus vecinos, aquella vieja choza, pequeña hasta para sus dos dueños, se convierte en un templo: el lugar de los soportes ahorquillados vinieron a ocuparlo columnas, la cubierta de paja empieza a amarillear, y resulta un techo de oro, unas puertas esculpidas y un suelo recubierto de mármol. Entonces el Saturnio con plácido semblante pronunció estas palabras: "Decid, justo anciano y mujer digna de su justo esposo, qué es lo que deseáis". 
         Filemón habló brevemente con Baucis, y a continuación manifestó a los celestes la unánime decisión de ambos: "Pedimos ser vuestros sacerdotes y guardar vuestro santuario, y, puesto que hemos pasado juntos y en paz nuestros años, que una misma hora nos lleve a los dos, que no vea yo nunca la tumba de mi esposa y que tampoco tenga ella que enterrarme a mí". La petición es atendida y realizada: fueron ellos la custodia del templo mientras se les dio vida; y ya exhaustos por los años de la ancianidad, encontrándose un día delante de la sagrada escalinata, hablando de sucesos que la ocasión les evocaba, vio Baucis que a Filemón le salían hojas y el viejo Filemón vio que le salían a Baucis. 
Y cuando la copa arbórea iba creciendo e invadiendo ya los dos rostros, se dirigían la palabra mutuamente mientras aún podían, y al mismo tiempo dijeron los dos "adiós, consorte" y al mismo tiempo la vegetal corteza cubrió e hizo desaparecer sus bocas.
         Todavía los nativos de Bitinia enseñan allí dos troncos vecinos que salen de un doble tocón. Esto es lo que me contaron ancianos nada frívolos, y no había motivo para que tuvieran intención de engañar. Y desde luego yo vi unas guirnaldas colgadas de las ramas, y yo mismo puse otras nuevas diciendo: "Los que son objeto de la solicitud de los dioses, dioses son, y reciban culto los que lo rindieron"...
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5/10/2011

GABRIELA MISTRAL (Chile, 1889-1957)
El espino

El espino prende a una roca
su enloquecida contorsión,
y es el espíritu del yermo,
retorcido de angustia y sol.

La encina es bella como Júpiter,
y es un Narciso el mirto en flor.
A él lo hicieron como a Vulcano,
el horrible dios forjador.

A él lo hicieron sin el encaje
del claro álamo temblador,
porque el alma del caminante
ni le conozca la aflicción.

De las greñas le nacen flores.
(Así el verso le nació a Job.)
Y como el salmo del leproso,
es de agudo su intenso dolor.

Pero aunque llene el aire ardiente
de las siestas su exhalación,
no ha sentido en su greña oscura
temblarle un nido turbador...

Me ha contado que me conoce,
que en una noche de dolor
en su espeso millón de espinas
magullaron mi corazón.

Le he abrazado como a una hermana,
cual si Agar abrazara a Job,
en un nudo que no es ternura,
porque es más: ¡desesperación!
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5/06/2011

VALDEPEÑAS DE JAÉN 
Quejigo del Amo o del Carbón

Situación: Monte de Navalayegua, N 37º 35' 39" - W 3º 43' 40"
Datos: Perímetro 6,4m; altura 11m; edad 500 años
Estamos en Valdepeñas de Jaén (920m de altitud). Si salimos del pueblo dirección Jaén, a medio km nos encontramos a mano derecha un desvío y una señal de "MONUMENTO NATURAL", Quejigo del Amo (1290 m de altitud). Tenemos por delante 15 km y un desnivel de 400 metros, en el corazón de la Sierra Alta Coloma.


Embalse del Quiebrajano
Monte de la Piedra de Palo





Ruta: La vía es idónea para todos los medios hasta el mismo quejigo.

Dos "jovencitas" en su presentación
de la primavera
con vestidos distintos
También podemos hacer una ruta combinada, dejándole al coche el primer tercio que es el de mayor pendiente.
Enebro



Otros caminos: Saliendo de Noalejo o de Frailes otros caminos nos pueden llevar también hasta este punto pero el que he elegido es el que está señalizado.

Duración: Depende de lo que queramos hacer, andando... unos 10 minutos el km.

Floración del gamón


El primer tercio transcurre entre olivos, nogales y pequeñas huertas. Cuando coronamos vemos el pantano del Quiebrajano.


El resto del camino va transcurriendo entre pastos y encinas bastante jóvenes. No faltan gamones, enebros, cornicabras, etc.



Alguien ha hecho bien las cosas en este lugar, es un bosque expléndido y jóven, salvo los grandes quejigos, las encinas yo diría que tienen entre 50 y 80 años.


En N 37º 35' 36" - W 3º 44' 7", 500 m antes de llegar al quejigo, a 60 m a la derecha del camino, hay una encina (4,1m de perímetro, 22 m de altura) pegada a unas peñas, también catalogada.
¡Qué serena, qué despacio, caía la lluvia en esos días!
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5/02/2011

ANTONIO MACHADO (Sevilla, 1875-1939)
Campos de Castilla
(Los olivos)

A Manolo Ayuso
   
                   I

¡Viejos olivos sedientos
bajo el claro sol del día,
olivares polvorientos
del campo de Andalucía!
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas, lueñes sierras
de olivares recamadas!
Mil senderos. Con sus machos,
abrumados de capachos,
van gañanes y arrieros.
¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
trabucaires bandoleros!
¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares!
¡Olivares coloridos
de una tarde anaranjada;
olivares rebruñidos
bajo la luna argentada!
¡Olivares centelleados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas!...
Olivares, Dios os dé
los eneros
de aguaceros,
los agostos de agua al pie,
los vientos primaverales,
vuestras flores racimadas;
y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.
Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros,
¡oh buenas fuentes sombrías
bajo los anchos sombreros!...
¡Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza
de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino,
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!...
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!...
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!

                    II

A dos leguas de Úbeda, la Torre
de Pero Gil, bajo este sol de fuego,
triste burgo de España. El coche rueda
entre grises olivos polvorientos.
Allá, el castillo heroico.
En la plaza, mendigos y chicuelos:
una orgía de harapos...
Pasamos frente al atrio del convento
de la Misericordia.
¡Los blancos muros, los cipreses negros!
¡Agria melancolía
como asperón de hierro
que raspa el corazón! ¡Amurallada
piedad, erguida en este basurero!...
Esta casa de Dios, decid, hermanos,
esta casa de Dios, ¿qué guarda dentro?
Y ese pálido joven,
asombrado y atento,
que parece mirarnos con la boca,
será el loco del pueblo,
de quien se dice: es Lucas,
Blas o Ginés, el tonto que tenemos.
Seguimos. Olivares. Los olivos
están en flor. El carricoche lento,
al paso de dos pencos matalones,
camina hacia Peal. Campos ubérrimos.
La tierra da lo suyo; el sol trabaja;
el hombre es para el suelo:
genera, siembra y labra
y su fatiga unce la tierra al cielo.
Nosotros enturbiamos
la fuente de la vida, el sol primero,
con nuestros ojos tristes,
con nuestro amargo rezo,
con nuestra mano ociosa,
con nuestro pensamiento
—se engendra en el pecado,
se vive en el dolor. ¡Dios está lejos!—.
Esta piedad erguida
sobre este burgo sólido, sobre este basurero,
esta casa de Dios, decid, oh santos
cañones de Von Kluck, ¿qué guarda dentro?
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