TOMÁS CASAL PITA
El roble del sueño dorado
Esta historia comienza en 1797 con la fundación de la Misión San Fernando Rey de España en el actual condado de Los Ángeles, en el estado de California, en EEUU. Esta era la misión número 17, de las 21 que llegaron a fundarse allí, y en las que pronto se percataron de que la llegada de suministros era francamente difícil, por lo que deberían ser autosuficientes.
Cuando los administradores consideraron que necesitarían más tierras para la agricultura y la ganadería, miraron hacia el norte, hacia el Valle de Santa Clarita para establecer allí el rancho de la misión. Después de la independencia de México, 1821, este territorio quedó bajo administración mejicana, las misiones fueron secularizadas y el gobierno mexicano se apropió de las tierras.
En 1834, se designó al teniente Antonio del Valle para hacer un inventario de la propiedad de la Misión San Fernando (casi 20.000 Ha), y que luego su amigo, el gobernador Alvarado, el 22 de enero de 1839, se lo cedió. Del Valle murió en 1841 y, según reza la leyenda, el 9 de marzo de 1842, Francisco López Arbello (o Arballo), tío de la segunda esposa de Antonio Del Valle, descansó bajo un roble en el cañón de Placerita, en el valle de Santa Clarita, y tuvo un sueño: estaba rodeado de oro y era muy rico. Cuando se despertó, sacó unas cuantas cebollas silvestres del suelo y encontró algunas pepitas de oro en las raíces. Tampoco fue que un granjero encontrara oro por pura suerte, López había estudiado mineralogía en la Universidad de México y había estado buscando activamente oro, porque se decía que ya se había encontrado en esa zona unos treinta años antes.
En 1834, se designó al teniente Antonio del Valle para hacer un inventario de la propiedad de la Misión San Fernando (casi 20.000 Ha), y que luego su amigo, el gobernador Alvarado, el 22 de enero de 1839, se lo cedió. Del Valle murió en 1841 y, según reza la leyenda, el 9 de marzo de 1842, Francisco López Arbello (o Arballo), tío de la segunda esposa de Antonio Del Valle, descansó bajo un roble en el cañón de Placerita, en el valle de Santa Clarita, y tuvo un sueño: estaba rodeado de oro y era muy rico. Cuando se despertó, sacó unas cuantas cebollas silvestres del suelo y encontró algunas pepitas de oro en las raíces. Tampoco fue que un granjero encontrara oro por pura suerte, López había estudiado mineralogía en la Universidad de México y había estado buscando activamente oro, porque se decía que ya se había encontrado en esa zona unos treinta años antes.
No sabemos si era o no verdad, pero el hallazgo de oro por parte de López fue el primer incidente documentado en ese área. Esto provocó una cierta fiebre del oro, a una escala muy inferior que la del 1848, pero cerca de 2.000 personas, en su mayoría del estado mexicano de Sonora, llegaron al Valle de Santa Clarita para extraer oro. Se extrajo poco oro -unos 57 kg- pero fue el primer sitio en encontrarse. A raíz de la guerra entre EEUU y México, California pasó a ser de los EE.UU -1848-. En esa época se destruyó la mina para que no la encontrasen los norteños y aunque el “Tratado de Guadalupe Hidalgo” aprobó los títulos legítimos de propiedad de los propietarios de la tierra cedida, la mina ya no volvió a abrirse y parte de la historia se perdió. El terreno fue cambiando de propietarios. En 1936 se encontró petróleo y sirvió de plató para la industria del cine de Hollywood.
Durante años la historia, real o no, del roble de sueño dorado (del que no he conseguido conocer la especie de entre las 7 ó 8 propias de la zona) quedó medio olvidada hasta que en la década de 1930 varias asociaciones locales se unieron para reivindicar su carácter de sitio histórico.
Francisca López de Bilderrain, familiar de Francisco, junto a otras personas se aventuró en el Cañón de Placerita, donde señaló el árbol que se dice que fue el sitio del descubrimiento y que ella conocía por transmisión oral de quien había estado presente allí ochenta años atrás. Desde entonces el sitio ha ganado renombre (y numerosas placas), hasta el punto de que en los últimos años se ha tenido que proteger el roble para evitar la compactación del terreno alrededor del árbol.